Opinión

La fosa de Piloña

La búsqueda de tres cuerpos de republicanos asturianos que fueron asesinadas en noviembre de 1937 en el paraje de El Corralín de Piloña es un hecho de justicia histórica que nadie debería cuestionar, porque se trata de la precisa reparación a los familiares de los tres hombres que fueron arrojados impunemente a una fosa común que algunas personas conocían y que se ha mantenido en el silencio durante más de 80 años,  en un acto contra la memoria y la caridad de los seres humanos.

Los tres asesinados, Alfredo Velasco Rueda, Laureano Corrales Oro y Paciente Huerta Peón fueron silenciados por haber defendido la causa democrática que hoy defendemos millones de españoles y han permanecido en el olvido tantos años que sería una vergüenza que no se alzara la voz contra la ignominia de que sus cuerpos permanezcan en ese lugar sin el consuelo de sus familiares.

La fosa de Piloña es otro ejemplo más de la barbarie de los vencedores de la guerra civil, a la que hay que poner remedio, desenterrando los cadáveres que allí se encuentran y dándoles digna sepultura

Hay que agradecer a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica su batallar constante para devolver los cuerpos de los asesinados a la vida colectiva de la sociedad, porque con su incansable apoyo a los familiares de los desaparecidos cumplen una función social de gran importancia para consolidar la reconciliación entre los españoles y dar sepultura legal a quienes se encuentran en desamparo funerario. 

Por eso es muy conveniente conocer las razones por las que la Policía ha paralizado varios días después de su inicio, el proceso de recuperación y desenterramiento de los tres asesinados. Tiene que haber razones muy poderosas para hacerlo y poner sobre la mesa las causas reales de esta paralización, porque en los últimos sucesos de este tipo, la Justicia tardó quince meses en resolver el problema y eso es un verdadero insulto a la sociedad, a los familiares y al propio procedimiento instructor. Esperemos que haya una sólida argumentación para este fin, porque de lo contrario, alguien tendría que responder de sus despropósitos.

Se produce esta circunstancia, además, en un momento, en el que el Gobierno del Principado de Asturias acaba de echar a andar uno de los requisitos de la ley de Memoria Democrática sustanciados por el Parlamento autonómico, llevado a cabo gracias la tenacidad de la entonces parlamentaria de izquierdas, Concha Massa, que fue una de las principales impulsoras de esta norma. Se trata, básicamente, de un archivo de ADN de familiares de represaliados por el franquismo y desaparecidos para poder compulsarlo con los cadáveres de ejecutados que se descubran. Y eso es de una gran validez porque puede significar un avance cualitativo para la devolución de las víctimas de los asesinatos a sus parientes.

La fosa de Piloña es otro ejemplo más de la barbarie de los vencedores de la guerra civil, a la que hay que poner remedio, desenterrando los cadáveres que allí se encuentran y dándoles digna sepultura, como en las muchas fosas comunes que existen en nuestra comunidad autónoma y en toda España. Y las gentes de buena voluntad, independientemente de su credo político tienen que colaborar para borrar esta insidia. Es el momento de cantar con Víctor Manuel aquellos versos que dicen “He cortado unas flores para cortarlas, allá donde haya gentes mal enterradas”. Es el momento. Amen.