Opinión

La locomotora ¿dónde está?

Cantaba a finales de los años sesenta y principios de los setenta del pasado siglo el francés Sacha Distel, un tipo muy guapo y macizorro que embelesaba a nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras amigas y nuestras vecinas, una canción muy pegadiza sobre el desorden organizativo de una dotación de bomberos y se preguntaba donde estaba la manguera y la escalera para llevar adelante su trabajo, musiquilla que todos tarareábamos las noches del sábado frente al televisor.

Traté de preguntarme donde está la locomotora con el soniquete de aquella música de Distel, pero me fui imposible porque se trata de una palabra de cuatro sílabas, esdrújula sin acento ortográfico, que no encaja con el tono que pretendía. Es una pena porque me venía que ni pintada para ilustrar la búsqueda de aquella locomotora de Hunosa, que estaba en el pozo Carrio, de Laviana, y que desapareció como por ensalmo hace unos años y que, a lo que parece apareció por arte de birlibirloque en el balneario de Los Alcázares, en Murcia, que forma parte de los lugares de reposo del Montepío de la Minería.

Las razones de este traslado fantasma anda buscándola con todo su alma el diputado de Podemos en la Junta General del Principado, Rafa Palacios, que pregunta e interpela al Gobierno socialista para conocer qué pasó y cómo es que nadie sabe de un ejemplo del patrimonio industrial que tiene determinada protección cultural, pero que no fue óbice para que la locomotora se haya fugado de Laviana hasta Murcia y haya despistado tanto al personal que no sabe si hay otra locomotora en el pozo San Mamés, que por ciento, tampoco aparece, porque es la misma que la de Carrio.

Lo cierto es que nadie sabe darle respuesta a las preguntas de Rafa Palacios y entiendo que es fundamental que se le dé razón de lo que interroga porque no es de recibo que ninguna autoridad sepa donde se halla este elemento patrimonial que debería estar mejor cuestionado.

La hipótesis más plausible de este enigma es que el entonces dirigente del Montepío, José Antonio Postigo se la llevó (o mandó que se la llevaran) hasta Los Alcázares, terreno que conoce bien porque residió algún tiempo en esa bella localidad murciana. Es cierto que el SOMA, hegemónico en el Montepío, porque en Comisiones Obreras unos se desentendieron y a otros no los dejan, mandaba mucho y tanto Postigo como José Ángel Fernández Villa eran todopoderosos y casi intocables en aquella época, pero no se entienden tanto secretismo sobre el traslado de una locomotora, salvo que alguien se haya querido ahorrar trámites.

La laxitud de las autoridades asturianas sobre este particular me imagino, porque tengo una mente muy calenturienta, que se debe a la proximidad ideológica entre el Montepío y los mineros de UGT, afines al PSOE, pero creo que deberían ponerse las pilas y dar a conocer a la sociedad asturiana donde está la locomotora, que si bien parece que se asegura que aparecerá, todavía no lo ha hecho ni se sabe cómo se fue desde Laviana hasta Murcia.

A mí me parece que Rafa Palacios se merece una contestación satisfactoria para que un misterio sin resolver se pueda resolver y se conozca también quien o quienes son los responsables de esta desaparición. Estoy convencido, además, de que el Ejecutivo de Adrián Barbón, que como la locomotora es de Laviana, dará cumplida respuesta a los interrogantes sobre este asunto.

Confiemos, pues, en que todo salga como se debe en una democracia parlamentaria y que las preguntas puedan ser contestadas. Mientras esto llega vuelvo a recordar la canción de Sacha Distel y termino el artículo como terminaba esa parodia musical: “no perdamos el control”. Dubidubi dubi da.