Opinión

Los bancos arcoíris

Hace ya tiempo que no se habla en Asturias de los bancos arcoíris, es decir de esos pintados con los colores de los movimientos gay, y no sé si eso es bueno, malo, regular o mediopensionista, si bien confío en que la ausencia de debate sobre este particular sea un ejemplo de normalización democrática en nuestra región.

Este tipo de mobiliario urbano con los colores del arco iris fue instalado en tiempos del tripartito que gobernó en Oviedo por cuatro años como una fórmula de solidaridad con las organizaciones homosexuales de hombres y mujeres y fue una de las primeras medidas que revirtió el conservador alcalde Alfredo Canteli , cuando alcanzó la vara municipal.

La depuración de los bancos arcoíris en la capital asturiana generó un sentimiento de solidaridad en otras ciudades de la región que se decidieron a colocar ese tipo de asientos en sus municipios con la respuesta positiva y satisfactoria de sus habitantes que reprobaban la censura del alcalde y de su fiel escudero, el aspirante a yuppi Nacho Cuesta.

Además de destrozar cualquier idea mínimamente progresista de su antecesor, el PP de Oviedo deseaba dejar claro que la capital además de ser una ciudad heroica, leal invicta y toda la hostia era heterosexual cien por cien y esas ideas sobre el respaldo a gais y lesbianas no casaba con los valores de la ciudad que sitiaron los rojos en 1934 y en 1936.

Afortunadamente los gais siguen besándose a plena luz del día y de la noche en el campo de San Francisco y las lesbianas se morrean sin pudor en cualquier lugar de la ciudad que les recuerde que el amor no tiene sexo ni impide gozar de un cuerpo aunque sea del mismo género que el de uno mismo.

Pensaba Canteli que con la eliminación de los bancos arcoíris iban a desaparecer los maricones de Oviedo, como desaparecieron los republicanos cuando entraron las turbas golpistas la ciudad. Pero, quia, afortunadamente los gais siguen besándose a plena luz del día y de la noche en el campo de San Francisco y las lesbianas se morrean sin pudor en cualquier lugar de la ciudad que les recuerde que el amor no tiene sexo ni impide gozar de un cuerpo aunque sea del mismo género que el de uno mismo.

La vieja ciudad que dormía la siesta renunció a unos colores alegres y los cambio por otros de color marrón y estéticamente grises. Alguien debió pensar que un machote de toda la vida si se sentaba en los bancos de colores podría hacerles cosquillas el culo y sentir por los resquicios del mobiliario que alguien le estaba haciendo llegar al séptimo cielo.

La depuración de los bancos arcoíris en la capital asturiana generó un sentimiento de solidaridad en otras ciudades de la región que se decidieron a colocar ese tipo de asientos en sus municipios con la respuesta positiva y satisfactoria de sus habitantes que reprobaban la censura del alcalde y de su fiel escudero, el aspirante a yuppi Nacho Cuesta.

Ha pasado tiempo ya para que esta cuarentena a la que se ha sometido a los bancos arcoíris  cese de manera fulminante y desde las instancias municipales se rectifique una medida más homófoba que racional para que fuera de Oviedo y en muchas ciudades de España y de Europa la capital de Asturias no sea el hazmerreír de quienes viven en pleno siglo XXI y han dejado ya muy atrás el siglo XIX. y para que Clarín no sienta vergüenza de la ciudad en que le asentaron después de haberle nacido en Zamora.