Opinión

Minas hace las maletas

¿Alguien se pensaba que las bravatas del alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, iban a conseguir que la Universidad asturiana y su equipo rectoral, con Ignacio Villaverde al frente, iban a dar marcha atrás en el razonable acuerdo de trasladar la Escuela de Minas a Mieres? Por mucho que el Oviedín del alma y los adversarios acérrimos de los cambios clamasen en el cielo, la decisión está ya tomada y es acertada, porque los estudios tienen que realizarse en el terreno donde van a llevarse adelante. Por esta razón, Minas ya está haciendo las maletas para que su nueva ubicación resulte el éxito esperado.

Los lamentos del alcalde ovetense tienen que ver con la costumbre de que la capital albergue todas las instituciones, sin tener en cuenta cuáles son sus objetivos y a quien van dirigidos. Parece muy procedente que la Escuela de Minas esté situada en un lugar donde haya minería en activo y que se sepa en el municipio de Oviedo, solo hubo minas en Olloniego, que es un lugar que ni el propio primer edil considerada adecuado para asentar la nueva escuela.

Lo peor de Canteli no ha sido su defensa numantina de la permanencia de Minas en el mismo lugar, que a lo mejor era su misión como representante de los ovetenses, sino su alocada cerrazón, en la que en ningún momento planteó algún tipo de alternativa

Y es que, a pesar de que cada vez hay menos pozos mineros, en Mieres todavía está en funcionamiento el pozo Nicolasa, curiosamente, el mismo sitio donde hace sesenta años comenzaron las huelgas del 62. Por esa razón es por la que la Universidad de Oviedo considera que el traslado de Oviedo a la capital del valle del Caudal tiene mucho más sentido de lo que algunos obsoletos piensan.

Pero no ha sido solo el alcalde capitalino el que se ha mostrado dispuesto a defender Minas de su nueva ubicación apelando a la épica y a la reconquista casi guerra civilista, sino que muchos profesores del centro y personal laboral ha protestado por tener que dejar su trabajo en Oviedo y tener que acudir a Mieres, como si en el nuevo centro de estudios hubiera una distancia kilométrica sideral y no estuviera perfectamente comunicada por tren, autobús y coches particulares.

La rabieta de Alfredo Canteli que lleva dando la tabarra desde que supo que había un proyecto para despojar a Oviedo de la Escuela de Minas fue tan reiterativa y tan escasamente respetuosa con Mieres que el alcalde de este municipio, Aníbal Vázquez ha tenido que salir al paso con un artículo en un medio de comunicación asturiano, dando un par de zascas a su colega capitalino que ha caído como un jarro de agua fría en sectores conservadores y con un gran alegrón en el ámbito académico.

Lo peor de Canteli no ha sido su defensa numantina de la permanencia de Minas en el mismo lugar, que a lo mejor era su misión como representante de los ovetenses, sino su alocada cerrazón, en la que en ningún momento planteó algún tipo de alternativa, hasta el punto de que llegó a extorsionar a la Universidad con oponerse a una nueva instalación de dos centros, si no se dejaba Minas en el lugar de siempre.

Y el alcalde de Oviedo ha cometido varios errores, no solo porque no ha contando con el respaldo del resto de instituciones asturianas, sino porque se ha enfrentado con otros colegas, con la Universidad y con el Gobierno asturiano, con lo que si influencia política ha decrecido considerablemente. Con lo fácil que hubiera sido reclamar que en el exterior del edificio de Minas se permitiera poner unas terracinas para el consumo y el turismo. Y seguro que la patronal de la hostelería se lo agradecería eternamente. Por un puñado de votos.