Opinión

Oviedo se pone a la venta

Hay una especie de maldición en Oviedo, según la cual toda aquella configuración de patrimonio histórico, cultural y artístico está destinado a la piqueta porque siempre hay alguien que quiere sacar beneficio de esa circunstancia. No es la primera vez que la capital de Asturias le da la espalda a su pasado y, por lo que se ve, no será la última, salvo que alguien ponga en su sitio a los destruidores de sus vestigios culturales.

Alguien en Oviedo tiene que poner freno al suicidio patrimonial de sus dirigentes

Ahora es la Fábrica de Gas, un edificio de mitad del siglo XIX, representativo de la época industrial de la época y que hace casi cuarenta años que no funciona. Pues bien, su propietario, la eléctrica EdP ha puesto en marcha un proceso de venta que cuenta con el aplauso ensordecedor del equipo de gobierno del conservador Alfredo Canteli, que nunca ha sabido lo que hacer con las obras patrimoniales del concejo, casi como sus antecesores.

El edificio está protegido y el Gobierno asturiano aprovechó esta circunstancia para impedir su derrumbe, pero los enemigos de los edificios históricos no cesan en su empeño y si fuera por ellos, convertirían en escombros hasta la catedral. Es el sino de Oviedo, que le vamos a hacer,

Un numeroso grupo de intelectuales, amigos de la historia de la ciudad  y el Colegio de Arquitectos han iniciado una serie de trámites para evitar que el edificio termine a la venta y con un futuro desesperanzador. Y este colectivo no tiene el apoyo institucional del ayuntamiento ovetense que mira para otro lado cuando se trata de defender su patrimonio si hay manera de sacar unos dineros a cuenta. Vetusta duerme la siesta, mientras los especuladores hacen su trabajo.

Va a llegar el momento en que Oviedo ponga a la venta las joyas de la abuela

Pero no es ésta la única ocasión en la que el pasado cultural de Oviedo se va al garete. Recordemos, por ejemplo la estación del Vasco, un edificio ferroviario de gran belleza y contenidos artísticos excepcionales, que nació en 1906 y que se derribó  a finales de los años ochenta por los intereses especulativos de un grupo de yuppies, que pretendían redescubrir la capital asturiana con la complicidad histriónica del entonces alcalde de Oviedo, Antonio Massip. El culturacidio de los flamantes nuevos demócratas aún irita a los ovetenses de toda la vida, sobre todo cuando pasean junto al engendro que le reemplazó.

Sin embargo, Antonio Massip sí fue clave, antes de ser alcalde, lógicamente, en la lucha contra la desaparición del palacete de Concha Heres, en los terrenos que actualmente ocupa el edificio del Banco de España en la capital del Principado. Al igual que con la estación del Vasco, la oposición ciudadana y de todos los partidos pretendió salvar el chalé, pero los intereses económicos de la familia Masaveu, propietario de los terrenos, originó otro expolio más al patrimonio de la ciudad.

Alguien en Oviedo tiene que poner freno al suicidio patrimonial de sus dirigentes. Por eso, los habitantes de la capital tiemblan cada vez que se habla de la remodelación de la fábrica de La Vega, donde se encontraba la antigua sede de la fábrica de armas compartida con Trubia y para la que el actual alcalde tiene unos propósitos que ponen la carne de gallina a quien los escucha. Menos mal que el Gobierno asturiano forma parte de las negociaciones con el Ministerio de Defensa para revertir los terrenos, aunque conviene guardar la cautela necesaria para impedir echar las campanas al vuelo. Va a llegar el momento en que Oviedo ponga a la venta las joyas de la abuela. Y tendrá que pedir prestado algún monumento a los concejos vecinos.