Opinión

La presunción de inocencia

Reclamar la presunción de inocencia como un elemento clave en los procesos de incoación de diligencias para saber si una persona cometió o no un delito, es fundamental en cualquier democracia que se precie, porque, entre otras cosas, nadie es culpable hasta que se demuestra. Por eso, la presunción de inocencia es un aspecto recurrente en muchos ciudadanos u organismos públicos y privados cuando la sombra de la sospecha se cierne sobre ellos.

Como me imagino que recordareis, Venta Cueli resultó absuelto de la querella criminal que le interpuso el dirigente de su mismo partido, Pablo González, quien le acusó de enviarle escritos anónimos amenazantes por militar en otro bando del complicado y dividido partido de la gaviota en Asturias.

Lo que no parece tan equitativo es que alguien apele a la presunción de inocencia cuando son ellos mismos o sus amigos los que pueden sentarse en el banquillo de los acusados y pasar olímpicamente de este derecho, cuando el imputado es un adversario político o una asociación enemiga.

El Partido Popular es muy amigo de estas distinciones para ser merecedor o no de la presunción de inocencia. Cuando son compañeros políticos, gentes de la derecha o el propio rey campechano, a pesar de la profusión de indicios que acumula, los dirigentes conservadores llaman la atención sobre lo que algunos dirigentes denominan la pena del telediario que podría devenir en una absolución- En cambio, si los afectados pertenecen a la izquierda, la losa de la culpabilidad cae sobre quien se vea en esa tesitura sin posibilidad de redención.

Curiosamente, jamás una absolución con todos los pronunciamientos ha sido crucial para que una persona quede desacreditada de por vida. Y hasta ese clímax ha llegado el Partido Popular cuando decidió expulsar de sus filas a quien fuera secretario general en los tiempos de Mercedes Fernández como presidenta, Luis Venta Cueli.

Lo que quiero decir y digo es que la coherencia no es solo una virtud que debe presidir la actuación de personas y de partidos, sino que es conditio sine qua no para reclamar la presunción de inocencia de cualquiera de los suyos.

Como me imagino que recordareis, Venta Cueli resultó absuelto de la querella criminal que le interpuso el dirigente de su mismo partido, Pablo González, quien le acusó de enviarle escritos anónimos amenazantes por militar en otro bando del complicado y dividido partido de la gaviota en Asturias.

En aquellos tiempos, el conflicto entre los conservadores de la comunidad autónomas estaba en su apogeo con frases y descalificaciones de trazo grueso entre las partes. Resumiendo y un poco con el temor a ser simplista, Venta Cueli apostaba por Mercedes Fernández y Pablo González por la actual presidenta (puesta a dedo, no hay que olvidarse), Teresa Mallada.

Pues bien, a pesar de que jueces supuestamente imparciales decretaron que no existían evidencias de que el ex secretario general fuera el autor de los anónimos y  por tanto le declaraban inocente, el Partido Popular, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, decidió expulsarle de la organización, si ni siquiera tantear la posibilidad de un acuerdo o de una indemnización.

Parece claro que, si no existieran otro tipo de elementos probatorios, en el caso de que Luis Venta decidiera acudir a los tribunales tendría el respaldo de una sentencia judicial que podría obligar al PP a rectificar y volverlo a incluir en la lista de militantes, pero no sé si el afectado estaría dispuesto a volver al infierno o si el proceso se dilataría en el tiempo con recursos, apelaciones y demandas hasta el Tribunal de la Haya, por poner un ejemplo exagerado.

Lo que quiero decir y digo es que la coherencia no es solo una virtud que debe presidir la actuación de personas y de partidos, sino que es conditio sine qua no para reclamar la presunción de inocencia de cualquiera de los suyos. Alguien piensa que por ser el segundo partido más votado, se le debe obediencia y sumisión y hasta una prioridad a la hora de pactar los presupuestos. Pero es eso tan solo una quimera en manos de quien desconoce por inmadurez el funcionamiento de la democracia