Opinión

Robar a los niños de la guerra

Que los bancos les ponen los cuernos a sus clientes, les engañan y les hurtan dinero de sus cuentas en comisiones, servicios y otras mamandurrias es una cosa sabida ya desde hace tiempo. Es como decía aquel cantautor uruguayo llamado Quintín Cabrera, aquello de “hay quienes atracan bancos y hay quien los roba de dentro”. Sin embargo, da la sensación de que nos dejamos mentir sin escrúpulos y no le damos demasiada importancia, quizá porque estemos convencidos de que el mercado es así.

El que roba a un ladrón tiene cien años de perdón, cuenta el dicho popular, pero sin embargo no hace ninguna referencia a quien le quita su dinero, su subsidio o su modo de vida al que es pobre y precisa de esa remuneración para poder llegar a fin de mes o, al menos, poder comer tres veces al día, que es lo que los estándares de la pobreza han definido como el límite entre el necesitado y el miserable.

Por eso, es absolutamente despreciable la decisión unilateral de las entidades financieras asturianas de no pagar la pensión a los niños de la guerra que cotizaron en Rusia, en este caso en toda la Unión Soviética, incluida Ucrania, basándose en la estúpida (y por supuesto, interesada) argumentación de que, aunque el dinero esté en sus estadillos, como hay un bloqueo y unas sanciones contra Rusia por parte de organismos supranacionales, adoptan la decisión de mantener los dineros y bloquear las cuentas de los pobres viejos. Curiosamente, hacen referencia a los problemas con Rusia, pero los que estuvieron viviendo y cotizando en Ucrania, cuando era la URSS, se mantienen en la misma situación.

Las autoridades asturianas, con la consejería de Derechos Sociales, que gestiona la candasina Melania Álvarez al frente y con el respaldo y la intervención urgente del presidente del Principado, tienen que tomar las medidas oportunas para desbloquear ese dinero y que cuanto antes llega a las cuentas corrientes de las personas que lo necesita

El asunto es que no se bloquean las cuentas de los oligarcas que vendieron las joyas de la corona pública y se hicieron multimillonarios con las privatizaciones en época de Boris Yeltsin, porque esos tienen el dinero a buen recaudo. El problema es que no pagan a los más pobres del mercado, con pensiones mínimas y que les permiten susbsistir. Sin esta pensión, los niños de la guerra, hoy ancianos respetables, tendrían que dormir en la calle y comer de lo que recogen en los contenedores. Todo sea para que Rusia pague sus culpas.

Y ese abandono de los niños de la guerra no se puede consentir. Las autoridades asturianas, con la consejería de Derechos Sociales, que gestiona la candasina Melania Álvarez al frente y con el respaldo y la intervención urgente del presidente del Principado, tienen que tomar las medidas oportunas para desbloquear ese dinero y que cuanto antes llega a las cuentas corrientes de las personas que lo necesita. Si es indispensable que el Gobierno asturiano adelante las nóminas, pues que se haga, como se pagó el rescate a la banca por Mariano Rajoy, pero no nos podemos permitir que unas personas que sufrieron desde niños los embates de la guerra, la supervivencia en un país extranjero y las maledicencias a su vuelta a España, tenga que pasar los últimos días de su vida suplicando por una jubilación que les pertenece porque han cotizado por ella.

Yo no les voy a pedir comprensión ni respeto a las entidades financieras asturianas que vetan los ingresos de los pobres jubilados que vivieron en Rusia. No lo voy a hacer, porque no tienen el mínimo sentido de la solidaridad y de la justicia para hacerlo. Solo quieren mantener su cuenta de resultados en la cresta de la ola. Pero si les digo que robar a los niños de la guerra es un acto mezquino y miserable. No se puede se tan hijo de puta.