Opinión

Sotrondio para los pies a VOX

Las cuencas mineras asturianas están conformadas con la presencia de trabajadores de diferentes lugares de España que iban a encontrar su puesto laboral en los pozos que extraían el carbón para conseguir llevar el dinero para ellos y sus familias y poder comer en una España llena de hambre y miseria. La invasión de andaluces, extremeños, castellanos y leoneses se unió a la necesidad de producir para sobrevivir junto a los asturianos que mostraban sus mismos afanes.

Esa mezcolanza de orígenes en la que los cariñosamente (o no tanto) llamados coreanos por su procedencia de fuera de la región, logró una argamasa de intereses y de objetivos en los que el nacimiento de cada cual era un aspecto secundario, porque la principal aspiración de todos era sobrevivir y poder criar a sus hijos y a sus descendientes con la mayor dignidad posible.

Y de este mestizaje surgieron reivindicaciones comunes a los asturianos, a los andaluces y a los de Campo de Criptana, hasta el punto de que las reclamaciones de mejor trabajo, sueldo y condiciones laborales eran de todos y para todos. Y así en la historia del sindicalismo asturiano hubiera dirigentes de toda la geografía española. Baste repasar los nombres y apellidos de los que formaron las primeras plataformas de exigencias a la patronal para darse cuenta de este hecho. Y como cuando las personas tienen los mismos intereses hacen surgir alianzas y amistades, la argamasa de la solidaridad creó en las cuencas mineras un espíritu unitario en el que el lugar de nacimiento era una simple anécdota.

Por eso, la solidaridad de las comarcas mineras es tan sólida. Y por eso cualquiera que atente contra esa forma de vida se encontrará con la férrea oposición de quienes supieron aliarse en los momentos más duros de la mina y de su entorno. Así vemos la defensa a ultranza de estos valores por los hijos y nietos de los que defendieron su pan en la negrura de las galerías mineras.

Era, pues, evidente con estos antecedentes que los que trataran de impedir la llegada de inmigrantes a Asturias para librarse de las peores y más vulnerables iban a recibir una fuerte oposición de los habitantes de esta zona. Y, claro el intento de la extrema derecha de que una treintena de personas extranjeras en condiciones casi infrahumanas fueran alejadas en un centro de Sotrondio para facilitar su vida y su futuro, se saldó con un fracaso absoluto.

Las dos diputadas de Vox, Carolina López y Sara Álvarez Rouco se quedaron con una enorme cara de gilipollas (no tengo yo muy claro que no lo sean) cuando su intento racista de evitar que los inmigrantes de alojaran en el centro de San José se encontró con la firme oposición de los habitantes de la comarca del Nalón, que hicieron valer su solidaridad de clase contra quienes pensaban que Asturias es solo para los más energúmenos de la sociedad.

Sotrondio paró los pies a Vox y les dejó muy claro a los adalides de la crispación que la conciencia de clase no tiene fronteras y que sean de Marruecos, de Túnez o de Gabón, son tan colegas como los que vienen de Muros del Nalón o de Sanlúcar de Barrameda. Me da la impresión de que las huestes de Abascal no se han enterado de nada y que creen que todo el mundo es tan impresentable como ellos.

Afortunadamente, Sotrondio les ha dado una buena lección. Y me temo que no la van a aprender en su puta vida.