Opinión

La tolerancia de los laicos

Resulta sumamente cansino tratar de explicar a quienes no quieran escucharlo que la separación entre Iglesia y Estado es un mandato constitucional porque ninguna religión debe tener preponderancias sobre otras, tal y como se desprende de los artículos relacionados con la Carta Magna. Da la sensación de que determinadas personas e instituciones quieren vivir ajenas a lo que significa una democracia y un Estado de derecho.

Parece inverosímil que la decisión del ayuntamiento de Gijón de establecer un Estatuto de Laicidad para que no haya obligación por parte de las autoridades a acudir a actos religiosos en función de su cargo haya levantado tanta baba entre, no solo los integristas católicos de esta ciudad y de Asturias, sino también entre partidos y miembros de la sociedad civil que deberían saber obligatoriamente cuales son las responsabilidades de cada cargo.

Aprovechando, además, los actos religiosos de la Semana Santa, se ha abierto la veda contra los laicos y se ha linchado al Estatuto de Laicidad como si los ciudadanos tuviéramos la obligación de ir a las procesiones

Se ha levantado entre distintas instancias religiosas una insana campaña de escraches contra los responsables municipales por haber determinado con claridad que el alcalde, alcaldesa o concejal de turno que quiera ir a una procesión en representación de su cargo tiene que despojarse del manto que le arropa e ir a cuerpo gentil en su única representación y no por su posición institucional.

Aprovechando, además, los actos religiosos de la Semana Santa, se ha abierto la veda contra los laicos y se ha linchado al Estatuto de Laicidad como si los ciudadanos tuviéramos la obligación de ir a las procesiones y dejar de comer carne durante este período religioso. Y aluden a la intransigencia contra la religión, como si no fuera que los ateos y agnósticos los que nos sentimos agredidos con esta invasión de las calles por capuchones e imágenes sangrientas y oponemos una resignación que debería ser cristiana pero que es absolutamente tolerancia laica, frente a la intransigencia de las sotanas y sus aliados.

Está en tal punto la situación de la laicidad, que ya debería haber sido resuelta, a principios de la restauración democrática, que los partidos de la derecha han exigido de la actual alcaldesa, y de quien forme parte del futuro, que la obligación de la primera autoridad local es asistir a todos los actos los actos religiosos, porque es la alcaldesa de todos los ciudadanos. No me imagino yo a la candidata de Foro Asturias que, siguiendo este argumento, tenga que ir a tomarse una copa al Horóscopo o a cualquier local de chicas de moral distraída, porque son bastantes los paisanos del pueblo que buscan aliviar sus tensiones pagándole a una meretriz. La libertad individual está por encima de las estupideces de la tribu.

Alegan los ideólogos de la conjunción entre Iglesia y Estado para denostar a la alcaldesa gijonesa, que otros ediles como Paz Fernández Felgueroso o Vicente Álvarez Areces acudieron a la bendición de las aguas el día de San Pedro, con protagonismo del párroco de la Iglesia que lleva su nombre, y eran gente de izquierdas. A mí me parece que se trata de una inercia política que no tiene porque ser continuada y me imagino, además que ni el fallecido ex alcalde ni la ex alcaldesa tendrían que estar cómodos como feligreses de tronío de la parroquia local. Las tradiciones están hechas para romperlas.

Pero, claro, los laicos tenemos también que dar ejemplo. No podemos, en aras de una neutralidad mal entendida, arropar como presidentes autonómicos la festividad religiosa del 8 de septiembre y aguantar impávidos el mitin propio del concilio de Trento del arzobispo de Oviedo, que además pretenderá hacernos comulgar con lo sano que es que la ultraderecha dirija la educación de nuestros hijos y nietos. Al César, lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En la misa de Covadonga que estén presentes los creyentes y si Adrián Barbón quiere ir, que lo haga a título particular y entre las beatas de la zona. Si no, no seremos tolerantes, sino que nos dejamos llevar por la apatía. Que la influencia del nacionalcatolicismo deje de estar sobre nosotros.