Opinión

Las vacaciones del ERA

Hizo bien la gerente del ERA (Establecimientos Residenciales para Ancianos) en presentar la dimisión de su cargo. Sobre todo porque se fue cinco minutos antes de que la consejera de Derechos Sociales, Melania Álvarez la destituyera de su puesto por  haber desafiado a los trabajadores y crear un conflicto que podría haberse evitado con solo un poquito de mano izquierda. Pero Ana Suárez Guerra, socialista de Avilés, no fue capaz de dar salida a una crisis que se le fue de las manos y acabó con su responsabilidad y con el triunfo de la parte social que no tuvo que renunciar a su descanso obligatorio.

Aquí cuando algo presenta algunas incertidumbres, lo fácil es despedir a personal

La ya ex gerente desafió a los trabajadores de esta macroresidencia pública y planteó la necesidad de modificar las vacaciones de la plantilla, como una salida fácil a la falta de personal y a las necesidades de servicio. Pero los responsables sindicales del ERA contestaron al reto y plantearon un conflicto que afectó a las relaciones laborales y a las necesidades del servicio, que repercutió en los residentes. La mancha de protestas se fue extendiendo hasta que la consejera intervino, creo que acertadamente, y puso freno a un despropósito gerencial que cualquiera que tenga mínimos conocimientos sobre el Estatuto de los Trabajadores hubiera solucionado sin bajarse del autobús.

Uno tiene serias dudas de que algunos dirigentes y políticos de la izquierda que dicen defender el sector público estén capacitados para gestionarlo y, sobre todo, saber qué es lo que diferencia a lo común de lo privado, puesto que siempre que hay dificultades, suelen tirar por la calle del medio y ofrecer soluciones restrictivas que no tienen nada que ver con lo que se espera de un gestor de lo público. Vamos a ver si nos entendemos. En la iniciativa pública no se tratas de derrochar el dinero de todos los ciudadanos, pero tampoco se trata de racanear cuando se necesita personal, servicios o hacer que las relaciones laborales sean razonablemente aceptables para todos.

A lo mejor si cambiamos un poquito el chip, nos daremos cuenta de que no hay ni exceso ni defecto de mano de obra en lo público, sino lo estrictamente necesario. ¿Seremos capaces?

Aquí cuando algo presenta algunas incertidumbres, lo fácil es despedir a personal, hacer expedientes de regulación o, como en este caso, modificar las vacaciones, pero en pocas ocasiones de buscan soluciones imaginativas que pongan en valor la importancia del servicio que se presta. Tengo dicho, escrito y hasta cantado de que la empresa pública debe ser el motor de la economía y sobremanera cuando estamos hablando de sectores en los que la iniciativa privada apenas le presta atención, salvo que vea una ganancia rápida y muy elevada.

Es cierto que no existe una guía inamovible para gestionar los diferentes servicios del sector público, pero no hay que demonizar las posibilidades de aumentar las plantillas, porque las necesidades así lo requieran. Lo digo porque cuando aumentan los empleados públicos siempre hay personas interesadas en reprochar que aumente el número de integrantes de las plantillas, con el pobre argumento de que va en contra de la economía y solo sirve para que no traten de prosperar en su labor. A lo mejor si cambiamos un poquito el chip, nos daremos cuenta de que no hay ni exceso ni defecto de mano de obra en lo público, sino lo estrictamente necesario. ¿Seremos capaces?