Opinión

El alcalde abducido

En los tiempos imperiales de los últimos Austrias, la figura del valido era bastante común y aunque no poseían ningún título oficial que avalara esta representación institucional, el poder que acumulaba por ser el favorito del rey era enorme y, en teoría, no tenía que rendir cuentas a nadie, salvo al monarca que los nombraba y destituía en función de sus caprichos personales o de sus objetivos políticos.

Se dice que algunos de estos validos tenía prácticamente secuestrado intelectualmente a su soberano y así se hablaba de la gran influencia que el Conde Duque de Olivares detentaba sobre Felipe IV, a quien solía tener abducido para que hiciera lo que le viniera en gana.

El problema de OTEA es que trata de salir de su crisis pisando callos del resto de los ovetenses, con el plácet un tanto  irresponsable de Alfredo Canteli

Me viene a la mente la figura de Gaspar de Guzmán, que así se llamaba el Conde Duque de Olivares, gran enemigo de Francisco de Quevedo, cada vez que escucho al alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli hacer en materia de hostelería y festejos, lo que le viene en gana a su valido José Luis Alvarez Almeida que, sin cargo institucional alguno, salvo el de presidente de OTEA, la patronal hostelera, actúa como si hubiera sido elegido por mayoría absoluta.

Como el Gobierno asturiano, en aras de la responsabilidad sanitaria, restringió el horario de las copas, el presidente de OTEA le lleva a los tribunales.

Este Almeida, que tiene tanto interés en mantener la hostelería a tope hasta la hora que sea, por encima de la salud y del bien común, llegó a proponer hace escasos días que el horario del ocio nocturno se ampliara hasta las cinco de la mañana cuando los contagios comenzaban a surtir efecto, sobre todo en los principales clientes de las discotecas, los jóvenes. Como el Gobierno asturiano, en aras de la responsabilidad sanitaria, restringió el horario de las copas, el presidente de OTEA le lleva a los tribunales.

Nadie duda del derecho de los dueños de los bares y restaurantes de Oviedo y de los locales nocturnos de hacer todo lo posible por recuperar el déficit económico que resultó de la pandemia, pero es bueno reflexionar sobre si la diversión hasta que nos cierre la boite está por encima de la seguridad y la vigilancia sanitaria. Además, como esas copas de madrugada tienen que esperar al final de la cuarentena, las autoridades permiten que en esos mismos locales se pueda consumir durante las horas diurnas y con mesas en la pista de baile.

El problema de OTEA es que trata de salir de su crisis pisando callos del resto de los ovetenses, con el plácet un tanto  irresponsable de Alfredo Canteli que ha decidido reservar todo el espacio de los chiringuitos de Oviedo para las asociaciones de hostelería, relegando a un segundo plano a las asociaciones que desde hace muchos años vienen regentado en San Mateo los espacios dedicados al ocio y que, por cierto, suelen (o solían antes de la pandemia) servir de empuje para otros bares y sitios de copas de la capital.

Como es natural, los gerentes de ‘El Topu Fartón’, ‘El Rincón Cubano’ y otras populares barracas (perdóneseme la expresión) han puesto el grito en el cielo y han protestado por el expolio mateíno que les endosa el alcalde abducido y su valido Almeida. Aún así sugieren que, sabedores de la crisis de la hostelería ovetense, se avienen a un reparto del espacio público, pero sin que se les desahucie.

El asunto está bastante enmarañado y, como todo en estos últimos tiempos, se han polarizado las opiniones en Oviedo. Sería bueno para que las fiestas mateinas sigan por los derroteros de siempre que las partes llegaran a un acuerdo y que todos pudieran hacer caja, que al fin y al cabo es el objetivo de este septiembre que se avecina.

Si sigue el conflicto, algunos de los chiringuitos de toda la vida ha planteado llevarse San Mateo a Gijón y poder continuar con su experiencia un año más, aunque en otra ciudad. Una de las razones para este traslado, dicen, es que de la ciudad costera acuden muchos gijoneses a las fiestas mateínas y que si se les lleva la bebida a casa, además de no tener que conducir y someterse a los controles de alcoholemia, podrían disfrutar de fiestas en un septiembre que en Gijón parece languidecer. Y están seguros que desde el ayuntamiento de la principal ciudad asturiana les respaldarían. Pues así están las cosas.