Akira, un peregrino japonés de 78 años

ISOLINA CUELI
El español lo aprendió en 12 semanas en México y se defiende muy bien

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Encuentros en el Camino del Norte

Akira Amakasu llegó al albergue de la rectoral de Pría (Llanes) con una vitalidad que nadie diría que aquel día había caminado más de treinta kilómetros y que lleva varios cientos a sus espaldas, desde que salió de Irún, junto a su inseparable Robert, un polaco mucho más joven y con el que se compenetra a la perfección.

PASAPORTE DEL PEREGRINO

- Nombre: Akira Amakasu

- País: Japón

- Edad:78

- Punto de partida del Camino: Irún

Akira nació en al año 1938 en Nagoya, una ciudad entre Tokio y Osaka. Tiene que sacar el carnet de identidad para que su interlocutora se crea la edad. No la aparenta. Acarrea una mochila de 15 kilos en la que lleva su ordenador portátil para estar al día en las redes sociales. En su página de facebook dice que le gusta correr y que quiere seguir haciéndolo toda la vida. También le encanta conocer idiomas extranjeros. El español lo aprendió en 12 semanas en México y se defiende muy bien. Eligió México porque es más barato que España. Pero para caminar no dudó en volver al Camino de Santiago, en esta ocasión el Camino del Norte, por la costa. Hace doce años ya recorrió los 800 kilómetros del Camino Francés que separan San Juan de Pie de Puerto de Santiago de Compostela, y como le parecía poco, continuó hasta Finisterre. El año pasado anduvo la Ruta de la Plata, de Sevilla a Santiago, en el que hizo muchos amigos españoles y extranjeros, entre ellos una chica alemana a la que visitó a su vuelta. Afirma que “lo que me llevo de vuelta en mi mochila de la vida es la amistad de tantas personas que conozco”. Dice que el motivo de su camino es para redimir sus pecados. Pero cuando se le pregunta qué pecados tiene, no atina a enumerar ninguno, más allá que “expresé cosas desagradables a alguien”.

Cuando se publique este artículos en elfielato.es, Akira ya estará de vuelta en su Japón natal. Casado, y con dos hijos, está jubilado de un trabajo como comercial. Su esposa, de 63 años, está muy ocupada en el trabajo de ayudante de la clínica dental de uno de sus hijos, así que no pone objeción a que Akira practique sus aficiones de correr y caminar.

Este japonés, de complexión menuda y sonrisa permanente en los labios, afirma que tiene en sus piernas 28 maratones (42 kilómetros) de diferentes partes del mundo. Este año participará en el de Singapur.

El albergue de Pría se encuentra aislado, en una atalaya frente a la sierra. Es el sitio ideal para un peregrino que busque recogimiento. Allí les recibe Manuel, el hospitalero que viene cada año de Barcelona para disfrutar de la tranquilidad y practicar la solidaridad. El día de la entrevista había cocinado pasta para comer y la hizo abundante para compartirla con los peregrinos, que no dan crédito del detalle que supone tener un plato que llevarse a la boca después de una caminata de treinta kilómetros.

Akira, que como buen japonés prefiere el pescado a la carne, se adapta a la meteorología adversa y pone buena cara la mal tiempo. Tampoco duda en posar para las fotos y, si es necesario, volver a cargar con la mochila y las botas. Y posa con su amigo Robert, el polaco que ayuda a Akira, pero que también se siente ayudado y arropado por la experiencia vital del japonés y porque se defiende muy bien en español.

Otra singularidad de este albergue de Pría es que está decorado con murales y cuadros de Víctor Frade, médico retirado, natural de Belmonte de Pría, que disfruta poniendo luz y color en la estancia y en el propio camino.

¡Buen camino!

Un artículo de Isolina Cueli.

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El peregrino japonés, junto a Ralf, su amigo polaco.

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