OPINIÓN

A la caza del oso

La población oriental cantábrica del oso pardo (como la del urogallo y otras) sigue estando al borde de la extinción

oso-caza.jpg

Estupor, sorpresa, desconcierto, asombro y rechazo general han producido en buena parte de la sociedad asturiana las afirmaciones hechas la pasada semana (y matizadas después), por el Presidente de la Federación Asturiana de Caza. Decir que “si el oso pardo se recupera, consideramos que tendría que estar permitida su caza” es, cuando menos, una manifestación fuera de lugar y, mucho más, del tiempo. Con el trabajo que ha costado concederle al oso una reputación social como la que ha llegado a conseguir, una aseveración de ese tipo está al borde de producir verdadera alarma social. Es como regresar a lejanos y periclitados tiempos. Los programas de conservación del oso han logrado, en estas últimas décadas, detener la casi desaparición de la especie en el Principado de Asturias. Que a alguien ya se le pase por la cabeza la posibilidad de revertir esa normativa, aunque no sea en un futuro próximo, parece un desafío.

No es de extrañar la reacción crítica inmediata que generó entre  biólogos, conservacionistas, expertos y no pocos cazadores, además de entre la mayoría de los asturianos. Todos coinciden en que no tiene sentido hablar de este tema; porque hasta es un futurible que se ve con desagrado.

La población oriental cantábrica del oso pardo (como la del urogallo y otras) sigue estando al borde de la extinción, y aún se lucha contra el  criminal furtivismo. La conservación de la especie hace tiempo que es prioritaria en toda la Unión Europea. Cuarenta y dos años después de declarar al oso pardo como especie protegida, no se puede hablar de otra cosa que no sea la de mantener la normativa vigente e, incluso, hacerla aún más restrictiva.

Nunca mejor aquí traído el refrán de “vender la piel del oso antes de cazarlo” (que sólo imaginarlo, da escalofríos). Que haya, además, quien piense que, en caso de recuperación, el oso sería una especie cinegética atractiva para captar cazadores de otros territorios y países que pudieran ayudar al despegue turístico de la región, es una barbaridad y un despropósito de tal calibre que sólo tendría cabida en una sociedad que hubiese regresado a la incivilización (o a la Rumanía del sátrapa Nicolae Ceaucescu y sus famosas cacerías de osos).

Utilizar a los vecinos del ámbito rural como pantallas para un hipotético futurible -como si hablásemos de  jabalíes- no es de recibo. El Servicio de Pesca y Caza del Principado (y quien esté al frente del mismo a partir del próximo mes de mayo) no puede bajar la guardia, y debe mantener la política prudente y equilibrada que ha llevado a cabo estos últimos años. El eslogan Paraíso Natural es mucho más que un lema, una expresión o una frase propagandística.

No quisiéramos volver a ver nunca más fotografías como la que acompaña estas líneas, la cual refleja un pasado cuya mentalidad y contexto están en las antípodas de los de nuestros días.