Hace años visité el Centro de Tecnificación de Piragüismo de Trasona.
Recuerdo que sentí que era un lugar donde se vivía por y para el deporte.
Ahí se prepararon piragüistas como Saúl Craviotto, que va por su cuarta medalla, o David Cal. El piragüismo ha recolectado 4 de las 17 medallas en Río. En pasados Juegos, otras tantas. Tiene mucho de milagroso, como las medallas femeninas en halterofilia o bádminton, o el histórico diploma del rugby femenino. Gran Bretaña tiene 60 millones de habitantes y España 46, pero suman 50 medallas más. ¿Por qué hay países con más medallas? Porque hay programas estructurados de apoyo a los deportistas, desde las escuelas a las universidades. Se fomenta el deporte (los deportes) desde niños.
Necesitamos inversión deportiva en deportes minoritarios, pero eso requiere eficiencia en la gestión y evitar que algunas federaciones deportivas sean agencias de colocación y redes clientelares de profesionales de la “política deportiva”. Hay presidentes de federaciones deportivas que llevan 30 años.
El dinero ha de llegar a su destino. Pero también necesitamos valorar los deportes minoritarios. Fútbol, baloncesto (recordemos que el basket femenino, plata en Río, es básicamente amateur en España), tenis, ciclismo y poco más. Mientras, nos acordamos de natación, gimnasia o atletismo sólo cada 4 años. El reconocimiento y el afán de emulación es clave. No es extraño que deportistas entrenados en Asturias obtengan la medalla de oro en piragüismo. O que el único diploma olímpico de los deportistas asturianos, junto a las jugadoras de rugby Berta García y de hockey María López, sea del piragüista de Arriondas Javier Hernanz. Instalaciones como Trasona, gestión eficiente de escasísimos recursos públicos y una alta valoración popular de uno de los deportes rey de esta tierra. Espejos donde mirarse para la gente más joven, posibilidad de entrenar ese deporte y medios para salir del amateurismo.