ISOLINA CUELI

Seguid hambrientos, seguid alocados

Al atardecer de la vida me examinarán del amor""

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Estas cuatro palabras del título, “seguid hambrientos, seguid alocados” no son mías, las pronunció Steve Jobs, el fundador de Apple (manzana en inglés), en la Universidad de Stanford (EE.UU.), ante los estudiantes que se graduaban en el año 2005.

No les enviaba a la hambruna ni al manicomio, trataba de decirles que, para alcanzar éxito en la vida, como le pasó a él, a pesar de que había fracasado varias veces, hay que tener muchas ganas de seguir aprendiendo. Que los títulos universitarios hay que abonarlos y alimentarlos cada día. Y que, junto a ese espíritu de superación, tiene que haber una pizca de locura para arriesgar, para explorar nuevos horizontes y para atreverse a fijarse retos, aparentemente, inalcanzables.

A Steve Jobs lo echaron de Apple, la empresa que él había creado con tanto esfuerzo, la misma que lleva la manzanita que se ve en millones de ordenadores y de teléfonos móviles de última generación. Según sus propias palabras en el discurso ante los alumnos de Stanford, “Que me echasen de mi propia empresa fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienen que encontrar eso que aman”. 

Les recomiendo que busquen el discurso de este genio Steve Jobs,  y lo lean. No tiene desperdicio.

En esa fecha ya le habían diagnosticado un cáncer de páncreas y se moriría seis años más tarde. Por eso hablaba con el aplomo de quien sabe que tiene fecha de caducidad. Y les decía a los estudiantes, que: “si todos los días hiciésemos la reflexión de que puede ser nuestro último día, seríamos mejores personas. Recordar que moriré pronto constituye la herramiennto más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso, todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando sólo aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón”.

Por motivos familiares, la semana pasada, tuve que dirigirme a los estudiantes que se graduaban en la Facultad de Química de la Universidad de Oviedo y me apoyé en las palabras de Steve Jobs, para decirles que, en la nueva etapa que acometen, además de buenas personas, comprometidas con la sociedad y buenos profesionales, responsables en su trabajo, no se olvidasen del hambre de superación y no aparcasen la pizca de locura que se necesita en la vida para perseguir  los sueños y alcanzar los retos

Estos días me regalaron cinco mandamientos: sacrificio, responsabilidad, respeto, humildad y cariño. Me los entregó, de forma simbólica y con el saludo, un artesano en cristal. Fue toda una sorpresa, nunca me había pasado algo así, pero creo que con esos cinco preceptos laicos se puede ir con la cabeza muy alta por la vida. Son la mitad de los que nos recomienda la Iglesia Católica, pero, si fuésemos capaces de aplicarlos, sería un gran punto de partida para la vida pública y la privada.

De todas formas, para terminar, voy a echar mano de un salmo muy emotivo que se escucha en todas las iglesias y se titula “Al atardecer de la vida me examinarán del amor”, un compendio de la filosofía del sabio Jobs y del catecismo del agudo artesano en cristal. Me atrevo a postillar que en ese último momento no habrá ningún exminador, que será cada uno quien reflexione en conciencia sobre lo que hizo por los demás y por sí mismo. En ese examen del atardecer de la vida, les deseo a todos y todas, que su nota les de para un sobresaliente cum laude.

Isolina Cueli 

http://conespiritucritico.blogspot.com.es

 

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