COYA

Manuel García, una vida a la sombra del roblón de Coya

El próximo 6 de octubre será homenajeado como Paisano del Año de Piloña

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Paisano del Año de Piloña

 

Manuel García García, “Manolo”, tiene 94 años, tantos como los que lleva viviendo junto al roblón y la iglesia de Coya, en el barrio piloñés de Villa Riba. El próximo 6 de octubre será homenajeado en el transcurso del Festival de la Avellana por el Ayuntamiento de Piloña como el “Paisano del Año”, título que compartirá con Benedicta Viesca, otra nonagenaria vecina de Espinaréu.

Manolo se crió en la casa donde ha vivido toda la vida, primero con su abuelo y sus padres, aunque se quedó huérfano de padre con tan sólo 13 años, «y desde entonces me tocó ayudar en casa, con aquella edad ya segaba», recuerda. Y en la misma casa familiar vive con su mujer, Josefina Mercedes Sánchez, con la que tiene dos hijos, que les han dado dos nietos.

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Manolo conserva en su casa un espectacular reloj, que fue restaurado en 1880, pero que nadie sabe ni de cuando data ni de donde procede. "Lo trajo mi abuelo y nunca supimos de donde".

Manolo recuerda la infancia entorno al roblón, que sobrevoló la aviación durante la Guerra Civil aunque por fortuna las bombas las dejaron caer más cerca de Infiesto, «la primera vez que los vimos aparecer pensábamos que tiraban papeles, pero cuando aquellos papeles llegaron al suelo…, menudos zambombazos», apunta el piloñés de Coya, que goza de una salud envidiable para su edad, y que sigue leyendo el periódico sin necesidad de ponerse gafas, «EL FIELATO todos los miércoles, nos lo trae la Panadería Mon y lo esperábamos como agua de mayo», apunta  Joséfina Mercedes, su mujer. «Llevamos casados en torno a los 60 años, y nos conoceos desde críos, porque los dos somos de Coya».

El reconocimiento de Paisano del Año se suma a otros que le han hecho tanto desde la Asociación El Roblón de Coya, como también por parte del Hogar del Jubilado Virgen de la Cueva de Piloña, que en 2017 tributó un cariñoso homenaje al matrimonio.

Los praos, les vaques, la huerta…, fueron el día a día de Manolo, que siempre fue más aficionado a Les Feries y les verbenas de Santa Teresa, que al Festival de la Avellana, «no recuerdo bien si fuimos una vez en la vida», confiesa.