VEGA

Trampantojos rurales en las calles de Vega

Las pinturas están realizadas por Fernando Ordóñez, un tímido artista riosellano apodado "Piti"

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Trampantojos en las calles de Vega

 

Aunque huya del protagonismo como gato del agua, los dibujos que ha pintado en la fachada de su casa de Vega, en Ribadesella, llaman la atención de los viandantes de esa zona, muy transitada, además, por coincidir con el paso del Camino de Santiago. Su obra callejera la componen varios trampantojos, muy rurales y realistas, que desde lejos consiguen engañar al ojo del observador y hacer creer que -realmente- un caballo y una vaca observan desde la cuadra, o que la calle continúa en un callejón de arcos de medio punto. Un gato, un perro, el Picu Urriellu, una mujer preparando comida y hasta él mismo, el artista, que se asoma tímidamente tras la cortina desde un autorretrato, escondido, como observando a todos los que se paran, curiosos, para admirar su obra.

Autorretrato de Piti, el autor de los trampatojos

Aunque su apodo artístico es “Piti” (en la Universidad le apodaban Pitágoras, que luego se convirtió en Piti) se llama Fernando Ordóñez, es riosellano de nacimiento  y desde niño tuvo inquietudes artísticas y talento. Sin embargo, la imposición paterna le hizo estudiar Derecho.  Fue esa carrera la que le llevó hasta las islas Canarias donde, mientras trabajaba de funcionario, se decidió a comenzar estudios artísticos. Cuenta que pasó sobrado el examen de ingreso para Bellas Artes, «consistía en dibujar a carbón una estatua a tamaño natural, que era la Venus de Milo. Daban cuatro días para realizarlo y yo lo hice el primer día. El resto de días me dediqué a ayudar a los otros diez aspirantes y el resultado fue que todos ingresamos con sobresaliente», aunque finalmente decidió no matricularse porque le obligaban a cursar asignaturas básicas (Geografía, Historia...), que ya había superado tanto en el Bachiller como en la universidad y que se negaban a convalidarle, «no estaba dispuesto a volver a estudiar todo eso y abandoné. No obstante, siempre que pude seguí dibujando y pintando, menos en una época que sufrí una grave retinopatía que me tuvo seis meses ciego, en reposo y con los ojos tapados».

Aparte de las obras que ahora adornan el pueblin de Vega, Piti tiene numerosos cuadros  («por ahí desperdigados»)y también es el autor de la fachada de la Iglesia de San Esteban de Leces, que imita los bloques de mármol de la fachada gótica del Palacio Ducal, en Venecia. Ahora, ya jubilado de su trabajo como funcionario, ha decidido llenar de pinturas el pequeño pueblo de Vega, empezando por su casa. Un trabajo que realiza solo y de manera íntegra «antes de pintar tengo que alisar la pared, para dejarla como un lienzo. Es un trabajo de albañilería y es lo que más me cuesta. Además, para hacer los dibujos debo pedir autorización a Cultura, por tratarse del Camino de Santiago, y abonar una tasa en el Ayuntamiento. Voy a seguir haciendo dibujos y pinturas y puede usted hacer las fotos de ellos que le de en gana», explica. Eso sí, su única condición es no salir él retratado en las instantáneas, «soy muy tímido y tengo un pánico escénico aterrador y un gran sentido del ridículo. Creo que me viene de cuando recibí el sacramento de la Confirmación, allá en los años 60, cuando de regreso a mi sitio en la iglesia me tropecé y caí, poniendo perdido mi traje  blanco de marinero. El Sr. Obispo me dijo «Fernandito, tenga cuidado, no vaya dando tropiezos por la vida» y todo el mundo se echó a reír... Desde entonces, nunca jamás he hablado en público ni quise ser protagonista de nada», rememora, justificando un ansia por no figurar que ha llevado a rajatabla siempre.
Sus dibujos, sin embargo, no pasan desapercibidos, y bien merecen elogios, fotografías y un reconocimiento especial, ya que esconden un talento y un trabajo digno de destacar. Ahora adornan y completan las calles de Vega, aportando alegría y color a un pequeño trozo del Camino de Santiago.

 

 

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