VICENTE G. BERNALDO DE QUIRÓS

La huelga feminista

La huelga de las mujeres fue todo un éxito, incluso antes de empezar.

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La huelga del 8 de Marzo

 

En los primeros años de la restauración democrática se hizo célebre una pregunta sobre si había algo más tonto que un obrero de derechas. Creo que fue Ramón Tamames, hoy muy alejado ideológicamente de su pasado comunista, quien popularizó la frase. Y sí, hay algo más tonto que un obrero de derechas: una mujer que no sea feminista. El trabajador puede hacerse rico, lotería mediante, o a través de una herencia y convertirse en un plutócrata, mientras que las mujeres, salvo una operación de cambio de sexo, tendrán la misma condición toda su vida.

Por eso parece muy lógico que una gran parte de las mueres se haya lanzado a las calles el pasado 8 de marzo para reivindicar la igualdad y la lucha contra la violencia de género. Solo esas dos exigencias, que no haya brecha salarial entre varones y hembras y que se acabe de una vez contra el maltrato y los feminicidios, bastaban para que mujeres y hombres se cogieran de la mano y gritaran a los cuatro vientos que ya está bien que vivas y libres las queremos, pero no nuestras, como recitó el poeta Agustín García Calvo.

Por eso no comprendo que algunas mujeres famosas se hayan descolgado de la huelga y la manifestación feminista con razones pueriles. Por ejemplo, que Inés Arrimadas se haya descolgado con que rechazaba el paro por ir contra el capitalismo no parece un argumento inteligente. Esta mujer nos sorprende día a día. Ya fue patética su intervención en el Parlamento de Cataluña cuando lamentó que sus padres sevillanos fueran a precisar pasaporte para visitarla en Cataluña. Esta lideresa de Ciudadanos va a terminar como la modelo que estaba en el candelabro.

Parecidas excusas dieron algunas mujeres del PP y peores como la de la ministra Isabel García Tejerina, que avanzó que trabajaría el doble o esa tertuliana de extrema derecha que reivindicó orgullosa en Abc su condición de esquirola. Pero, campeonas, si hasta la Virgen María protestó, si hemos de creer al arzobispo Carlos Osoro.

Bien mirado es coherente que la Virgen se sume a las reivindicaciones de las mujeres: tuvo un hijo fuera del matrimonio; recibió presiones para que confesara quien era el padre y solo concedió que había sido concebida por una paloma, y tuvo reproches a cientos por desatender a su esposo carpintero.

La huelga de las mujeres fue todo un éxito, incluso antes de empezar. Y no solo por la promesa de Mariano Rajoy de acabar con la desigualdad en los sueldos (de la que se desdirá, seguro, teniendo en cuenta que toda su vida fue un tahúr), ni siquiera por las masivas movilizaciones de ese día. La reivindicación feminista fue una victoria desde el primer momento, porque visibilizó la oposición de más de la mitad de la población a las políticas que arrinconan a las mujeres y el rechazo de cualquier persona con sentido común a la diferencia de derechos por razón de sexo. Pero es que, además, el triunfo de la jornada puso a las mujeres en su sitio. El que le corresponde.

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